* Ven a nuestra inteligencia para que reine en ella la luz purísima de tu Jesús.
* Ven a nuestra voluntad, para que en ella reine la santidad de tu Jesús.
* Ven a nuestro corazón para que reine en él el amor virginal de Jesús.
* Ven a nuestra patria, desgraciada de muchos modos, porque en ella no reinas tú en todas las almas hermanas.
* Ven a tu Iglesia tan perseguida por sus enemigos y sálvala.
* Ven a las escuelas protegiendo las almas de los niños que quieren arrebatárselas a tu Jesús que tanto las ama.
* Ven a los hogares, defendiendo el pudor y la fe de tantos corazones.
* Ven a las comunidades y defiéndelas de la persecución de los enemigos de Dios.
* Ven por fin a todo nuestro ser, a todas las almas de la Alianza de Amor, para transformarlas en tu Jesús santificándolas.
Tú eres la fuente de toda gracia, derrámala en nuestros pechos, incendiándolos en tu celestial fuego, renovando nuestros corazones.
¡Oh Espíritu Santo! inmaculado, suave, irresistible, benigno y consolador, que te complaces en purificar y en curar muchos males! Oh fuego misterioso y celestial que cuanto tocas santificas! Ven a extender tu reinado en todo el mundo, ven a renovar la faz de la tierra! Ven a salvar al México de tu celestial esposa, la santísima reina del Tepeyac, escondiendo a tus hijos entre las estrellas de su manto.
Tú, Espíritu Santo, tienes que salvar a nuestra patria por medio de nuestra madre Guadalupana.
Pinta con las rosas de tus dones y de tus frutos, en nuestras almas, su imagen bendita, y que en las hijas de la Alianza, brillen sus virtudes perfectas: su modestia, su humildad, su celo, su pureza y su ardiente caridad, adornándonos con la cruz que ostenta en su garganta.
Este año, ¡Oh Espíritu de luz y de amor, será todo para Ti! Eres Tú la fortaleza de Dios, y el que hace amable y deseable cualquiera cruz, comunicando a las almas sus secretos y los sublimes encantos que encierra, aligerando y suavizando su peso.
Eres Tú la alegría de los corazones, el consuelo de los que lloran, el reposo de los espíritus.
¡Oh, y que grande y que hermoso es el Espíritu Santo, la tercera divina Persona de la Trinidad santísima! Lo que el alma es a nuestro cuerpo, es Él al cuerpo de Cristo que es la Iglesia, y la caridad de Dios se difunde en el corazón por el Espíritu Santo.
Y ser Él, ese divino Espíritu, el protector de las Obras de la Cruz, y entre ellas de la Alianza de Amor… ¡Qué dicha!... Pues amémoslo con el Padre y el Hijo pidiéndole la vida sobrenatural que Él sólo sabe comunicar.
No contristemos jamás al Espíritu Santo por el pecado, y ofreciéndole extender su devoción por cuantos medios podamos, imploremos día y noche su protección pidiéndole pureza, blancura, contrición de nuestros pecados, su luz y su fuego para cristalizar nuestras almas, y reflejándolo, haremos de Él, nuestro calor y nuestra vida.
CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA
HOLITAS DE RETIROS MENSUALES PARA ALIANZA DE AMOR
ENERO DE 1934
