miércoles, 25 de abril de 2012

TRES PROMESAS



Murió Jesús, ¨Ofreciéndose inmaculado a Dios por el Espíritu Santo¨, pero antes de que nos diera su vida en la Cruz, nos hizo tres grandes promesas que debemos, las hijas de la Alianza, agradecerlas con toda el alma. 


No contento ni satisfecho el amante corazón de nuestro Jesús con tantas promesas relativas al Espíritu Santo, agregó otras tres que si bien están expresadas en pocas palabras, son de sumo valor y debemos meditarlas a menudo con mucho amor.


VOSOTROS CONOCERÉIS AL ESPÍRITU SANTO, dijo Jesús; y ciertamente lo conocemos, por dicha nuestra, lo sentimos, lo aspiramos y respiramos, nos cerca, nos envuelve, nos penetra, y más íntimamente está unido con nosotros, que nosotros mismo. Él nos ha hecho conocer al Padre juntamente con el Verbo, de los cuales es el lazo de amor fecundísimo, y aunque persona distinta de Ellos, con su misma substancia, voluntad y perfección. En el bautismo, en la confirmación, ha venido a nosotros y tomado posesión de nuestras almas: ¨me conoce y conozco¨. 


La otra promesa de Jesús fue ésta: MORARÁ CON LOS MÍOS, es decir, con los que pertenecemos a la Iglesia de Dios, que el Espíritu Santo hace gobernar por los obispos. El Espíritu Santo rige la Iglesia, la dirige, y por eso es infalible: Nació la Iglesia del corazón de Jesús, de aquel corazón formado por el divino Espíritu en el seno virginal de María: la gobierna por el Papa al que alumbra con toda la luz de la verdad. Sin el Espíritu Santo no habría Iglesia, ni sacerdotes, ni sacramentos. En Ella, todo es obra de ese Santo Espíritu, de la persona del Amor que nos alcanzó Jesús con sus plegarias y con su preciosa sangre derramada en la Cruz.


Y ESTARÁ CON VOSOTROS, agregó Jesús en su tercera promesa. 
Él nos rige a cada uno en particular, por eso Jesús no se contentó con decir: ¨El Espíritu Santo estará con vosotros¨, sino que particularizó, añadiendo: ¨en vosotros¨, es decir, en cada alma que corresponda y agradezca, pues que el pecado de ingratitudes, es el más funesto, porque seca la fuente de las gracias. Y no sólo debe regir el Espíritu Santo nuestro cuerpo, su templo vivo, sino también nuestra alma; ¨El hombre está compuesto de cuerpo y alma y el cristiano de cuerpo, alma y Espíritu Santo


¡Felices nosotros con ese Espíritu divino, que desde el principio del mundo trocó en luz las tinieblas! Pidámosle las hijas de la Alianza, ya que por dicha nuestra es el protector principal de nuestra amada archicofradía, que con su luz ilumine nuestras almas y las haga arder en el divino amor. 


Pidámosle que nos prepare para su venida, que nos dé fortaleza y paciencia para sonreírle a las cruces que se digne enviarnos, llevando en paz, y por amor de Jesús todas sus disposiciones, y ofreciéndonos a favor de la Iglesia y de los pobres pecadores.



ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO


¡OH ESPIRITU SANTO!, alma de mi alma, te adoro,
ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime qué debo hacer y ordéname.
Te prometo someterme a todo lo que desees de mí
y aceptar todo lo que permitas que me suceda;
hazme solamente conocer tu voluntad. Amén


Tomado del Libro: Hojitas de Retiros Mensuales para la Alianza de Amor
Abril 1934

lunes, 2 de abril de 2012

ORACION

Concepción Cabrera de Armida


   Este mes, hijas de la Alianza, lo consagraremos muy especialmente a la oración, ya que tanto necesitamos de los divinos favores y ¨el alma de oración es capaz de todo¨.

   La oración bien hecha, dice san Juan Crisóstomo, complace mucho a los ángeles, por cuyo motivo la facilitan y prestan su ayuda, y desagrada mucho al demonio, y de ahí que la persiga y estorbe cuanto puede; pero abandonar la oración es perder el buen camino y cerrar la buena puerta a las gracias de Dios.

   Debe ser la oración humilde, ferviente, resignada y perseverante. . . Pedir y recibiréis, llamad y se os abrirá, (Mt.7:7) dijo Jesús: pues ¿por qué no tenemos fe, hijas de la Alianza y abrimos con nuestro amor con nuestra confianza y con nuestros sacrificios la puerta de las misericordias?
   La oración es la escala para subir al cielo, es el escudo que nos libra del enemigo, es el idioma que no necesita palabras, es palabra que no necesita las ideas, es la idea que se funde en un solo sentimiento en el amor de Dios.

   No se pueden alcanzar las gracias sin la oración, pero ésta, sin el sacrificio no está completa: muy buena es la oración, pero acompañada de la cruz; muy santo es el amor, pero unido al sufrimiento voluntario, y si queremos ir en pos de Jesús, el que quiera venir en pos de Mí, (Lc.9:23) pongamos los pies en sus huellas ensangrentadas.

   Convino en que Cristo padeciese, dijo Jesús y lo repitió el apóstol. No convino que hiciese oración, sino que sufriera para enseñarnos el camino del cielo. Claro está que todas las obras de Jesús en la tierra cooperaron a la redención, pero se distinguió Jesús por el dolor, por la cruz, haciendo de ella su patíbulo y su triunfo, su vergüenza y su victoria.

   Oremos siempre hijas de la Alianza, oremos como Jesús, que siempre su oración estuvo relacionada con la cruz; oremos con el Crucificado, es nuestra cabeza y nosotros su cuerpo místico con la dicha de compartir sus dolores. Oremos sin cesar por nuestra pobre patria, perdonando a nuestros enemigos, como Jesús perdonó en la cruz.

   Oremos sufriendo con resignación, con generosidad y con amor, consolando al Corazón divino, quitándole las espinas que lo circundan. Oremos con fe y confianza por la Iglesia, por los niños, por nuestra amada nación.

   Nadie de los que esperan en Dios serán confundidos.

   Meditemos todo este mes las siete palabras que, Jesús dijo en la cruz, y todos los días hagamos con mucho fervor el santo Via crucis.

   Que el Viernes Santo a las tres de la tarde todos los corazones de las hijas de la Alianza formando uno solo con el de María dolorosa, imploremos al pie de la cruz la salvación de México.


Tomado del Libro: Hojitas de Retiros mensuales para la Alianza de Amor
Abril de 1935