Fernando Torre, msps.
«Hazte santa y no seas apurona»[1],
le dice Concepción Cabrera a su hija. “Apurona”, adjetivo que me resulta simpático
y confrontante. Hace referencia al presente.
¿Soy apurón? ¿Eres apurón/a?
Con frecuencia nos vemos en situaciones difíciles o que
parecen fuera de control, o somos acosados por asuntos pendientes, o estamos
bajo presión por trabajos por
hacer y con tiempo limitado, o tenemos una misión que nos parece superior
a nuestras capacidades, o
nos sentimos abrumados pues debemos enfrentar conflictos o resolver problemas…
Como tener en la mano una papa caliente.
En situaciones como éstas, ¿cómo evitar ser apurones; cómo mantener
la calma, pensar con lucidez y actuar serenamente?
En primer lugar, siendo
dueños de nosotros mismos. Lo malo es que esto no se improvisa; es
resultado de un largo proceso de trabajo interior (más vale que vayamos
comenzando a ejercitarnos). Pero, para librarnos de ser atrapados por el agobio,
es necesario también, y sobre todo, confiar
en Dios.
En la Biblia, Dios nos dice: «mantén firme el corazón, sé
valiente, y no te angusties en tiempo de adversidad» (Si 2,2); «la salvación de
ustedes está en convertirse y tener calma, su fuerza consiste en confiar y
estar tranquilos» (Is 30,15). El apóstol Pedro nos exhorta: «Descarguen en Dios sus preocupaciones, que
él se ocupará de ustedes»
(1P 5,7).
Y si
acaso nos vemos invadidos de ansiedad, pues acudamos a una persona sabia y
pidámosle que nos ayude a recobrar la paz.
Concepción
le dice a Teresa de María: «No te abultes los acontecimientos, y cuajo[2], impermeable, y
dejarlos pasar. […] Quédate en paz, aprovéchate de los ejercicios [espirituales]
y hazte santa, tranquila y feliz por haber escogido la mejor parte. […] Pide
por […] todos tus hermanos, pero con paz, sin turbación y en gozo.»[3]