miércoles, 1 de febrero de 2012

EL ESPÍRITU SANTO Y SIMEÓN


Concepción Cabrera de Armida
Hojitas de Retiros Mensuales
Febrero de 1934


El Espíritu Santo inspiró a Simeón el ir al Templo cuando José y María llevaron a presentar al niño Jesús; el santo anciano había consultado al divino Espíritu acerca del tiempo de la venida del Mesías, y supo: ¨Que vendría antes de morir él, y que le vería con sus propios ojos¨ (Lc.11:25.26). Miremos cuán fiel es el Espíritu Santo en cumplir sus promesas, y tengamos en Él una confianza ilimitada.

El Espíritu Santo recompensó la confianza de Simeón porque es Él la bondad por esencia. La santísima Virgen puso al divino Niño en los brazos y sobre el corazón del santo anciano, colmando superabundantemente los anhelos de su puro amor. ¡Oh dicha incomparable! ¡oh premio, que como todos los del Espíritu Santo, supera al exceso de los mayores deseos! El alma se dilata maravillada al considerar todos los pormenores de aquel acontecimiento, el papel que desempeñan el Espíritu Santo y María, su esposa.

Ambos dan a Jesús sus primeros adoradores en el templo dentro de la nueva ley. ¡Siempre se juntan el Espíritu Santo y María para honrar y ver honrado al eterno Padre! María ofrece, la primera en el mundo, la divina Víctima, entregándola al sacerdote para que haga lo mismo a favor de las almas. Y después. . . millones de sacerdotes harán lo mismo hasta la consumación de los siglos.

¡Vayamos las hijas de la Alianza al templo impulsadas por el amor de Jesús y María! Arrodillémonos con grande amor y reverencia al pie del altar, y ahí nos dará María a Jesús, y honraremos al Padre ofreciéndole a su propio Hijo y ofreciéndonos también nosotros como víctimas unidas a Él, por la salvación de la Iglesia de México, impetrando misericordia para los niños.

Pidamos al Espíritu Santo que venga Jesús a nuestras almas, a nuestras familias, a nuestras empresas; pidámosle que nos lo muestre, nos lo haga sentir y que lo imitemos. Sin duda nos contestará como a Simeón ¨que le veremos¨ con una luz más brillante, con la fe que ilumina los rayos del amor. Digámosle que lo ponga en nuestros brazos, en nuestras almas por la comunión, para estrecharlo en nuestros corazones y decirle al oído cuánto, cuánto lo amamos las hijas de la Alianza.

¡Oh Espíritu Santo amadísimo! En este valle de lágrimas donde lloró María, por su inmaculado medio te pedimos la libertad de tu iglesia en nuestra nación, la salvación de las escuelas católicas, y la paz y la unión entre todos los corazones. 


Tú, Santo Espíritu eres el supremo don de Dios, porque el primer don del amor es el Amor mismo! Sálvanos, defiéndenos, fortalece a tu Iglesia, y todo por María de Guadalupe, la madre amorosa y tierna de los mexicanos.